jueves, 5 de julio de 2012

Casi 30 (Cap 2.)

Me he acostado con el hermano de mi amiga Lucía.

Nos conocemos de toda la vida. Tiene 3 años más que nosotras y siempre hemos andado por los mismos sitios. Él es alto, moreno y tiene cara de hermano. Le tengo tan visto y le conozco tanto, que jamás le había mirado como a un hombre. Se ha enterado siempre de todos mis problemas, un poco porque los oía de fondo cuando se los contaba a Lucía y también, porque es un cotilla y no se corta en preguntarme nada. Me he liado con varios de sus amigos, pero ya está, manteníamos una relación completamente familiar hasta que he descubierto que es una autentica maquina en la cama..

Os cuento...

Estábamos en la boda de Marta, una amiga de un amigo de Pablo. Total, que yo llevo varios meses obsesionada con que estoy sola, que nadie me quiere y con que quiero sexo porque dicen que así se atrae más a los hombres. Cuanto más practicas el coito parece que emanas, no sé que cosas, que hacen que estés más atractiva.

Aquel día, a media tarde, metidos en pleno ambiente de boda, entre cubatas y paquitos chocolateros, Pablo y yo nos encontrabamos sentados en una mesa y empezamos a hablar del matrimonio.

- El matrimonio es un engaño absoluto. Te quiero mucho y estaré contigo en lo bueno y en lo malo. ¡Venga ya! ¡Eso no se lo cree ni el cura! ¡Si son todas unas zorras! - dice Pablo, excluyéndome a mí del zorras, todo un detalle.
- A ti lo que te pasa es que nunca te has enamorado. Si ni siquiera hablas con ellas. No te interesan, solo las miras, les dices cuatro cosas y a la cama. ¡Después parece que te estorban! ¿Cómo quieres que nadie te jure nada?

Empezamos a discutir, cada vez mas alto, yo a favor del amor y él desfogándose a gusto contra el sector femenino. Bebimos y bebimos. Nos llevamos la conversación a la barra, a la pista de baile y acabamos solos, como los pesados de turno a los que nadie se quiere acercar.

Cuando se acabó la barra libre, llamamos a un taxi y nos fuimos a casa. El taxi nos dejó arriba de la cuesta de El Palamares y entonces llegó el momento álgido de la noche. Bajé la cuesta chillando y enumerando los requisitos que buscaba en un hombre. Pablo, igual de borracho que yo, iba afirmando los que él cumplía...

- Quiero que sea.. ¡Guapo!
- ¡Yo! - Y daba un salto con la mano en el aire como si alguien en el cielo estuviera pasando lista.
- ¡Que tenga conversación!
- ¡Yo!
- ¡Que me haga reír y sepa divertirse!
- ¡Yo!
- Que colabore en casa y no este gordo...
- ¡Yo! tengo michelines, pero hago unos sándwiches de nutela con chorizo que te mueres. Joder que hambre ¿no? ¿Nos hacemos uno?
- No tío, quiero hacer el ¡amor!
- ¡Yo!

De repente y sin saber porqué estaba empotrada contra el portal. La última cerveza que me tome hizo que no viera el escalón que hay a la entrada y me caí, rompiéndome toda la media y quedándome de rodillas con las manos en el suelo y la cara en la puerta de el portal. Solo podía oír la risa de Pablo hasta que me giré, conseguí sentarme y le vi mirando al cielo diciendo:

- ¡Yo no! ¡Yo no he sido! .

 Al rato se acerca y me agarra la cara con sus manos. Me inspecciona el golpe que me acabo de dar en la mejilla. Debe de estar sangrando porque me seca un poco con un pañuelo que saca del bolsillo. Yo quieta, lo miro con cara de pena, pensando que soy una desgraciada y de repente antes de que él me sonría, veo esos ojos azules clarito. Unos ojos azules que me miran con ternura. Esos ojos me sientan bien, me alivian mis males.

Fue poner mi mano en su cara y nos empezamos a besar como dos locos. Madre mía, como me besaba. En dos minutos se me había pasado el pedo, las tonterías de mi novio ideal y todas esas chorradas que rondan en mi cabeza. Se apartó un segundo para mirarme otra vez y con cara de amante me hizo un gesto para que abriera la puerta...

Desde entonces estoy tonta. No sé que me pasa pero espero con ansia a que llegue el jueves a la tarde. Llevamos dos meses quedando todos los jueves en mi casa, vamos a mi habitación y como si no hubiera un mundo fuera, nos pasamos la tarde en la cama, comiendo palomitas, viendo pelis y por supuesto haciendo el amor.

Todavía es un secreto, no se lo he dicho a nadie y menos a Lucía. No se lo quiero contar porque me da miedo su reacción. Se ha pasado la vida criticando a las novias de su hermano, 'La guarra', 'La mongolita', 'La hervores', 'La ojos de Cuenca'... vete a saber lo que podría decir de mí, si se entera que estoy tirandome a su hermano, me mata.


(FiccióN)

2 comentarios: