miércoles, 16 de noviembre de 2011

El Lentista

Hace años estaba sentada en uno de los bancos de una mítica sala de espera. Llevaba una hora callada, esperando con ansia a que la recepcionista gritara mi nombre. Aburrida y pensando porque narices tenía yo que esperar tanto tiempo, vi un dibujo pinchado en el corcho de la pared. Un niño pequeño entre garabatos había escrito: EL LENTISTA.

He tenido un paladar en una caja maloliente, hierros pegados a los dientes, un casco nocturno con superpoderes y gomitas que no me dejaban abrir la boca. ¡Asqueroso! No podía comer chicles ni bocatas de chocolate. Y encima cada vez que iba a que me apretaran los hierros, me chupaba una hora de espera.

Después del calvario de no sonreír en ninguna foto, de soportar las miles de yagas, de los hierros sueltos, etc.. ¡Un día, te dan la libertad de la sonrisa Profidén! y un molde de plástico (como no) para toda tu vida. Asqueroso también.

En el baño de casa de mis aitas habitaban dos moldes. Uno mío y otro de mi hermano. Un día harta de ponérmelo, lo tiré. Lo tiré aterrada por si me confundía con el de mi hermano y porque dormir con calcetines es antisexy pero con aparato de plástico ni te cuento.

Hoy he vuelto al lentista. Lo odio, lo odio, lo odio. Es la asignatura pendiente del ser humano. Nadie se libra. Tengo dos muelas del juicio asomando por mi impecable rectitud de dientes. Me ha dicho que no hay peligro y parecía que me había tocado el Euromi! ¡No me las tengo que quitar!

A la salida del lentista hoy no estaba mi madre. Ella se encargaba de comprarme un regalito en el Centro Cien de abajo, si no lloraba. No es para tanto pero el sonido del motorcillo girando y el chupababas que casi no te deja respirar ¡no le puede agradar a nadie!

No acabaré el post sin decir que mi padre una vez.. ¡se durmió en el dentista! ¿Como puede ser eso? ¿Por qué a mí no me pasa?

Bueno pues prueba superada. Tengo cita para hacerme un empaste y una limpieza. Iré a que me digan "abre grande" y después me compraré yo misma un regalito de recompensa.

Eso sí, gracias a la inversión que hicieron mis padres en su día, nunca dejo de sonreír. ¡Solo faltaba!




PD: La sala de espera es la de A.G. ¡Sí!

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