Hoy, echo de menos a esas personas, que por circunstancias de la vida, vivieron conmigo.
Fueron días, horas, minutos. Aburrirte, desesperarte, reírte de tus desgracias o acabar haciendo torres de cañas vacías en la esquina de un bar, une mucho.
Yo también trabajé en AZ. Un lugar lleno de jóvenes con ideas y ganas de triunfar. Trabajábamos con ilusión y buen ambiente. También había broncas, no voy a mentir, y malos días, pero de todo eso ya ni me acuerdo.
Fue uno de mis primeros trabajos, dónde supongo que se quedaron todas mis soldaduras, mis quemazos y alguna que otra obra de arte. Mucha documentación que hoy en día no sirve para nada.
Diré que el secreto para conocer a alguien, es dedicarle tiempo. Poder observarle en cada estado de animo. Compartir problemas, historias y alegrías. Gracias al trabajo, a veces, dedicamos mucho tiempo a personas que nunca hubiéramos conocido.
No se si fue suerte o casualidad, pero me hice amigos.
La empresa cerró y tuvo sus consecuencias. Me fui al paro y cambio mi forma de vida. Siguiendo con el tema podría decirse que uno de los daños colaterales fue que, esos amigos diarios, se convirtieron en cafés y cenas.
Un café, una cerveza o una cena no compensa lo perdido.
No es la primera vez que me pasa, a todos nos pasa esto. Es ley de vida. Sales un sábado por la noche y te encuentras con un eXcompañero de curro, eXcompañero de clase o eXcompañero de equipo. El alcohol y la melancolía hacen que surja la gran frase que tanto odio: ¡¡Tenemos que hacer una cena!!
¿¿Una cena?? Yo quiero los minutos, las horas y los días.
Supongo que si no estas en un sitio, estas en otro. Conocer lugares y gente diferente siempre es bueno..
Pero es simplemente eso, que a veces, echas de menos.
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